Ha crecido. El Sonorama diez años después ha crecido pero creo que lo ha hecho muy bien. Es cierto que ya no es aquel festival familiar de antaño pero no se ha convertido en un esperpento de sí mismo. Creo que sigue teniendo un tamaño que para nada es descomunal, dónde puedes perderte de tus amigos con total tranquilidad porque sabes que los encontrarás. Como pasa con todos ha cogido lo peor de muchos, como es quitar la comida y la bebida a la entrada, si entras con ella no te dejarás los cuartos dentro y eso, no mola. Pero la organización es impecable (exceptuando la aglomeración final que se lió para entrar a ver a Standard y dj’s varios. Demasiado frío para obligar a la gente a esperar en la calle o, en su defecto, escuchar a las Nancys Rubias, al calor de la gente). Y ahora valoración personal en cuanto a algunas actuaciones:
Grata sorpresa:
CatPeople, no los conocía en directo y me encantaron. Tremendo directo y tremenda versión del «I wanna be adored» de Stone Roses.
Los planetas, y digo grata sorpresa porque, reconociéndome gran admiradora, hacía tiempo que no veía un concierto de Los planetas que me llenara, los veía endiosados, por encima del bien y del mal importándoles una mierda la opinión de su público. Rectifico y me alegro, han bajado a la tierra.
En su maravillora línea:
Divine Comedy. Neil Hannon y su fantástica banda demostraron, una vez más, lo que es calidad sobre el escenario.
Sunday Drivers. ¡Qué decir de los toledanos en directo!, si los habéis visto me entenderéis, si no los habéis visto no sé a qué esperáis.
Tremendos:
Standard, cada día que pasa más me engancho a estos vascos y verlos en directo no sirve desde luego para desintoxicarse. ¡Qué show!
Sentí mucho perderme a El alpinista, sí que los oí de lejos, y lo que oí, me gustó, me gustó mucho. Por supuesto, porque suele ser así, dieron unos conciertos magníficos Atom Rhumba, Deluxe, La habitación Roja, Ladytron, Ash o Delorean