Escuché por primera la música de Yoñlu (o Yonlu) hace ya casi tres años, en 2009, cuando se editó el disco póstumo de este misterioso músico. Titulado A Society in Which No Tear is Shed Is Inconceivaible Mediocre (“una sociedad en la que no se derrama una lágrima es inconcebiblemente mediocre»), y compuesto por 24 cortes, este será el único material que componga la discografía de Yoñlu.
Aquélla canción que escuché en 2009 fue Tiger, y quedé impresionada por la delicada melancolía que desprendía y lo peculiar de su producción, estilo low-fi. Cuando busqué información sobre el artista me encontré con que Yoñlu había sido un joven brasileño, llamado Vinicius Gageiro Marques, y que había decidido suicidarse en 2006 a la edad de 17 años.
Los padres de Vinicius se encargaron de recopilar el material que él había creado en su propio estudio casero y colgado online. En su nota de despedida Vinicius les aconsejaba que escucharan su música cuando estuvieran tristes, y que esta forma de creación había sido lo más importante para él.
Tras conocer esta información Tiger se convirtió en una especie de melodía sagrada para mí. Reservo su escucha a ocasiones muy especiales, ya que el contacto con ella es capaz de sumirme en profundos estados melancólicos, y de hecho, cuanto más la escucho más siniestro me parece su contenido, como si fuera una voz hablando desde el más allá.
Creo que no soy la única que padece esta manía -que reconozco que es claramente mitómana, pero en este caso inevitable- porque desde la edición del disco la popularidad de Yoñlu y su triste historia ha sido creciente en Internet. Muchas personas se han visto seducidas por la delicadeza y el desgarro de sus composiciones y, aprovechando su tendencia al collage y al uso de samplers, han creado montajes con hermosas imágenes para acompañarlas.