El ritmo

El ritmo es el más antiguo de los elementos musicales. En los pueblos primitivos, se le atribuía un origen divino. Con la música se servía a los Dioses y con los movimientos del cuerpo, se recogía el ritmo de la danza, las cuales, eran la ofrenda hacia los seres divinos.

Cuando comenzó a aparecer la melodía, el ritmo ya era parte integrante.

En el cristianismo, como muchas de las cosas de esta época, quedaron suprimidas por ser factores especulativos de la estética y así ocurrió con el ritmo con la aparición de los cantos llanos. El ritmo producía excitación sexual y se le consideraba como pagano. Por la misma causa, se eliminó la danza del rito religioso. La liturgia se convirtió en esta época en una uniformidad casi absoluta.

Cuando llega la Polifonía en el Renacimiento, las melodías dan una cierta libertad al factor ritmo, pues favorecía la independencia de las voces y un fluir natural.

En el Barroco y el Clasicismo, cada vez se usaba menos el ritmo, pues la música instrumental alcanzó una forma muy expresiva, incluso en los ritmos. Este se limitaba a ser un simple elemento, al que se le podía dejar en la penumbra, sin darle el mínimo interés.

En la llegada del Romanticismo, el ritmo se comienza a emancipar de manera muy compleja. Grandes combinaciones rítmicas se dieron lugar en esta época.

A mitad del siglo XIX, los ritmos folklóricos elevan a la máxima potencia la exaltación rítmica.

Es definitivamente en el siglo XX cuando el ritmo alcanza su esplendor y desarrollo, convirtiéndose en el principal elemento musical. Sucedió como si se hubiera retrocedido a los principios de la historia.