El Canto Gregoriano

El Canto Gregoriano es el repertorio principal del canto de la liturgia de la Iglesia Católica. Hoy en día se conoce por los manuscritos que se conservan a partir de la segunda mitad del s. IX.

Su nombre procede del papa San Gregorio el Magno, el cual revisó, recopiló y ordenó el repertorio de la Iglesia en un momento histórico, en el cual iban apareciendo cantos nuevos que procedían de los cristianos de Occidente en los tiempos de San Ambrosio y San Agustín.

Las melodías consisten en cantos de una sola línea que eran cantadas por voces masculinas sin acompañamiento y con textos en latín, su ritmo es flexible, dependiendo del texto.

El Canto Gregoriano no está destinado a ser escuchado como música, este es un instrumento estrictamente funcional, solamente para comprender la liturgia que es en donde tiene lugar.

El canto daba tranquilidad al espíritu, al orden y al tumulto del pensamiento. Calmaba las pasiones y los desarreglos. Se utilizaba para comprender mejor las doctrinas, se grababan con más profundidad en las mentes de los fieles.

Por todo ello, el Canto Gregoriano asumió casi exclusivamente la función de instrumento para la oración, para hacerla más agradable. El pensamiento, o mejor dicho, la intención, era de graban en la mente lo que se necesitaba aprender, haciéndolo así de manera de placer para que se grabara con mayor firmeza.

Este estilo de música, más que un repertorio musical fue un hecho histórico de gran magnitud, pues en la Edad Media creó las bases que definirían durante más de un milenio la música occidental.