Pensaba que hoy daría saltos de alegría al comprobar que Katy Perry era otra pero, sin duda, mis esperanzas se han estampado estrepitosamente contra el suelo. Ayer, la californiana tenía prevista una actuación en Madrid con motivo de los MTV European Music Awards, que premian a los artistas pop del momento pero a nivel europeo. Y sí, hubo actuación, pero no me resultó demasiado conmovedora.
La Perry se esforzó, no cabe duda, pero debió coger mal el primer tono y la canción se convirtió en una suerte de alaridos, silencios incómodos y amagos de ahogo que echaron por tierra las expectativas que había despertado su tercer y recién estrenado nuevo single, Firework. Se trata del tercer corte de Teenage Dream, su segundo álbum de estudio tras One of the boys.
El vestuario y el estilismo merecen mención aparte. Una cola de caballo, transparencias y tonos entre blancos y rojos destaparon a una nueva Katy, todo hay que decirlo. Atrás quedaron sus actuaciones entre pelícanos, zapatos planos, pantalones cortos y camisetas. La misma mirada cándida pero un estilo más cercano a lo que ella ya es, es decir, una diva del pop de este siglo.
Una coreografía bien hecha, una buena canción, un estilismo entre circense y moderno pero una interpretación para el olvido. Sin duda, y espero que te atrevas a debatirlo, quizá ayer no fue el mejor día en la vida de Katy Perry.