Dylan no es para China


El miedo que las palabras producen al régimen chino es evidente. Las palabras pueden hacerle más daño que la peor de las bombas. SI estas palabras son lanzadas por un artista a sus seguidores incondicionales, su poder se multiplica por mucho. Ante esto no hay mejor remedio que la censura.

Esta vez ha sido Dylan el blanco de las mordazas de las autoridades comunistas. Ante el riesgo de que pueda decir algo incómodo la respuesta es no dejarle cruzar a frontera. Así el cantautor ha sido obligado a suspender sus conciertos programados en Pekín y Shanghai.

El que Bjork, en el 2008, termirara su concierto en Shangai al grito de «¡Tíbet, Tíbet!» no gustó demasiado a los mandatarios chinos que, desde aquella, miran con lupa cualquier tipo de relación, declaración o simpatía con el conflicto del Tibet.

No es que ahora mismo Dylan sea el revolucionario icono de antaño que se ve en el vídeo (se ve que el Papa apaciguó sus protestas) pero con la censura siempre es mejor un «por si acaso» que un «mecagontó». Qué asco.

Vía: El País.