Adiós y gracias, Lluís

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Cierta pena y emoción me embarga. Lluís Llach se ha despedido definitivamente de su público y después de cuarenta años deja su carrera profesional. Quiso hacerlo de una forma íntima, en Verges, su pueblo natal, pero el público no le dejó y las entradas se agotaron al poco de salir a la venta. No es que yo sea una gran seguidora de su carrera pero lo que sí he sentido siempre es una gran admiración por un hombre que utilizó la música como medio de comunicación, como medio de protesta hacia lo que le parecía injusto. Autor de L’estaca, tema que se convirtió en himno, cantado en puntos del mundo muy distantes y diferentes, en muchos idiomas distintos pero con el objetivo común de luchar contra las tiranías de cualquier color.
Dice Llach que sólo volvería «como un desahogo personal, si la frustración interior me hace sentir muy mal». No le deseo que se sienta mal pero sí que necesite desahogarse un poquito cada ciertos años. Gente como él es necesaria en un mundo superficial, en el que las apariencias cada vez tienen más importancia. Gracias Lluís por ponernos los pelos de punta y hacer que algo se nos remueva por dentro.